La posibilidad de que
fuera una mala broma se descartó de inmediato, ordenándose estrictamente no hablar
con nadie del tema, menos con los internos, dicen que “la Sombra” Jefe de
seguridad y custodia estaba muy nervioso, él venera a la Santa Muerte y le atraen
toda clase de brujerías, por lo que inmediatamente relaciono, ya saben, el
número siete y la cantidad de “Gatas” asesinadas esa tarde: los gatos y las
lunas llenas en tardes bañadas de cielo rojo son el atajo más próximo al infierno,
dijo la Sombra, decía que alguien abrió una puerta y desde entonces no pasaría los
días más que viendo el reloj nervioso esperando la hora de salida, inconcebible,
el jefe de los custodios en una cárcel inquieto todos los días por siete gatas
muertas en San Miguel.
La cocina amaneció teñida
de rojo, y en las paredes marcas de patas de gato ensangrentadas, marcas de
pelea, de azotes, cabezas y manos separados de los torsos, gatos degollados, de
las patas quebradas y a otros dos les sacaron los ojos, que no aparecieron por ninguna
parte, y por dentro estaban vacíos. Qué clase de enfermo y como fue capaz de
burlar toda seguridad arriesgando unos meses en el Apando para darse un festín
de gatos en la cocina; no cuadraba ninguna lógica, a pesar de la orden de
estricto silencio como en todo pueblo chico de infierno grande el chisme se
rego rápido, para las diez de la mañana el secreto a voces se hallaba suelto y la
cárcel de luto, como cuando se mata un compañero… Pero en este silencio se
sentía el miedo más que la tristeza. Custodios, internos y administrativos,
todos anduvieron pies de plomo esa mañana. Cuando llego el director, se dirigió
a la escena del crimen acompañado de la Sombra, hasta entonces no habían movido
nada, desde todas las bardas, de todos los ángulos posibles había gatos parados
viendo junto algunos internos que por morbo o porque les alcanzaba la vista a
distancia no dejaban de ver. Lo de los gatos en San Miguel no es metáfora ni mero
símbolo, en la cárcel de Puebla abundan los felinos que por razón desconocida
les dio por el encierro, puede ser por la cantidad de ratas aquí adentro no se
sabe, pero si digo que había doscientos por los tres mil quinientos y tantos hombres
que aquí vivimos son pocos. Un animal
que afuera es tan celoso de si un domestico místico que se ofrece a caricia
cuando quiere no cuando se le busca, aquí están, como si todos los gatos
perdidos de Puebla hubieran ido a dar a la cárcel, se les intento ahuyentar
pero siempre volvían, andan queditos caminando por los pasillos y los techos de
los dormitorios, en el psiquiátrico, en el patio, en pedagogía, en psicología
en todas las áreas de la cárcel era común verlos rondando junto a los internos,
muchos ya tenían nombre, y vivían junto a la condena de algún hombre. El Alfa 1,
Clave del Director del Penal, ordeno que se limpiara todo y aunque se hicieron
las investigaciones necesarias en un lugar donde todo se sabe, en esta ocasión
no se supo nada. Lo único que se supo es que todos teníamos miedo, todos
escucharon antes de los gritos de los gatos, como a las tres de la mañana una
gata cantando, la melodía venia de la cocina, muchos no pudieron dormir así que
les toco la sinfonía de la muerte, y entonces se fueron juntando, y de repente
el gaterio maullaba desesperado, los que lo oyeron ya no pudieron dormir y más
de alguno paso el resto de la noche rezando, se imaginan, si las gatas gritan
feo cuando se las están cogiendo… como se escucharía ayer que estaban descuartizando
a siete.
-
Eso
no fue muerte, preso ni custodio, mi Sombra, le dijo el norteño le dijo al jefe
de seguridad, los más viejos, los del H, dicen que en esto tiene las manos
metidas el enemigo… el malo pues, el malo.
Al séptimo día se
echaron al Alacrán, un interno del L14 que amaneció con la espalda arañada
sadicamente, le cortaron lengua y garganta, también lo violaron, entiendo que
primero lo mataron y después se lo cogieron, si no cualquiera hubiera escuchado,
el “L” es el dormitorio de máxima seguridad, ahí están los más cabrones, los
que ni adentro de la cárcel se componen, los más agresivos, los peligrosos hasta para los peligrosos, a veces están de a
dos o de a uno, depende el grado del ojetes la soledad, el Alacrán era de lo
peorcito, no puedo decir que no me da gusto que lo hayan matado, pero no de esa
manera… a él lo violaron cuando niño y después lo en tambaron por lo mismo y…
pues el que a hierro mata… a hierro muere; el no era un hombre pequeño, en la
cárcel hay un dicho aquí o sales culto o sales mamado, y el Alacrán jamás leyó
un libro. Entonces las cosas se pusieron muy tensas en San Miguel, si a uno del
L lo mataron así, si Alacrán que midió uno setenta y tantos y medio mamado lo
mataron así, cualquiera podía ser el siguiente.
Ni los más gallos se
amachinaron en el tema, todos andábamos calladitos calladitos, silentes, no era
la tensión habitual aunque tarde o temprano sabíamos algo reventaría
-
Es el malo, mi Sombra, no lo ve, es el malo, algo lo trajo a San Miguel y ahora está comiendo, la cosa es que este ni fusca apando o tortura lo asusta. Le dijo el Norteño sentado por segunda vez en su oficina, que conto que cada vez se ponía más nervioso el patrón - Tiene hambre, pero trae un hambre muy perra, no es la misma maldad de siempre. Esta es cosa distinta, de esas maldades viejas que llevan años maltratando al mundo. Ahora está en San Miguel y se quiere adueñar de tu cárcel. Es el Malo.
Es el malo, mi Sombra, no lo ve, es el malo, algo lo trajo a San Miguel y ahora está comiendo, la cosa es que este ni fusca apando o tortura lo asusta. Le dijo el Norteño sentado por segunda vez en su oficina, que conto que cada vez se ponía más nervioso el patrón - Tiene hambre, pero trae un hambre muy perra, no es la misma maldad de siempre. Esta es cosa distinta, de esas maldades viejas que llevan años maltratando al mundo. Ahora está en San Miguel y se quiere adueñar de tu cárcel. Es el Malo.
Al sexto día del crimen
del Alacrán, la cárcel de Puebla hedía miedo, ya no veían a los gatos como
antes, ahora los asustaban cordialmente para que se alejaran, no se atrevían a
correrlos, pero tampoco los queríamos cerca, a mí nunca me gustaron los gatos.
Para recibir el dia 21, tres veces siete desde la primera vez, todos se
hicieron de alguna herramienta sagrada o protección bendita, y en coordinación de
custodios e internos hubo una vigilancia extrema, esa noche nadie durmió en San
Miguel. Los pasillos de los dormitorios estuvieron vigilados y en el “L” y el Apando
se redoblo la seguridad, ahora si,ni lo castigados estuvieron solos.
Como a las tres de la
mañana:
-
Ahí
está otra vez ese pinche gata… la escuchan, otra vez llamándolos como canto de
sirena. Cállate pinche norteño, le dije,
nosotros vivíamos en el dormitorio M16, y si como a las tres de la mañana se
escuchó a la misma gata llamando a los demás. Se oía clarito como maullaba, y
todos en la celda se nos puso la piel de gallina, también el corazón, entonces
empezaron a oírse otros gatos que iban a su encuentro y respondían mientras
avanzaban. La que los llama debería estar cerca de la escuela o la capilla, la
atención nos permitía presentir la ubicación del mal. Se hizo un silencio
incomodo, se supo que los custodios llegaron temblando hasta el lugar pero
cuando estuvieron ahí… no había nada más que simples gatos que se dispersaron al ruido, a las cuatro
quince el mismo canto y otra vez a las cinco dieciséis, esa noche… no durmió
nadie en San Miguel; A la mañana siguiente, un grito ensorderdecedor recordó
que aquí, día noche tarde mañana todo era lo mismo, no había donde esconderse y
no había donde correr, aquí no había refugio, pero aquí, aquí pagan justos y
pecadores por igual.
Eran las doce del día cuando
encontraron al psicólogo muerto en el baño de su oficina con las mismas huellas
de tortura, un cuartito en pedagogía que tan solo ofreció dos horas bastaron para
reconocer en su cuerpo los mismos modos que en el Alacrán. La misma penetración
brutal las mismas marcas en su espalda donde la carne fue rasgada por la
maldad, y también se llevaron su lengua y le cortaron la garganta.
( GRITO !!!! )
- --- Me
los guardas en chinga en sus dormitorios, no quiero que nadie vea como sacan el
cuerpo, si no estos revientan, ya ni uno
quiere venir a trabajar, que será de estos cabrones que entre tanta muerte
hasta sin huevos se están quedando, ordeno la sombra intentando contener la
escena.
Antes de las 12:30 ya
estábamos todos en nuestros cuartos, cosa que yo nunca había visto en los años que
llevo preso, no querían que viéramos nada porque el miedo estaba a punto de
reventarnos y vaya que se sentía, se respiraba, apestaba y hedía a miedo, no se
equivocaron, a fuerza de orden de ley aunque fuera el mismísimo diablo lo que
estaba devorando almas en San Miguel, nosotros simplemente no podíamos ir a
ningún lado. El Norteño nunca llego al dormitorio, al diez para la una se
escuchó el primer portazo, los internos
del dormitorio B se salieron de control y se fueron contra los del L, los
custodios estaban de acuerdo, solo iban por los 17 internos que llegaron tres
días antes de la noche de los gatos muertos, se intentó un motín controlado, pero el CERESO
reventó. Dice el Norteño que el director no tuvo nada que ver, esto lo
decidieron los presos macizos, los picudos, los que controlan la cárcel y la
droga aquí adentro, el miedo permite locuras, ya nadie estaba a salvo en San
Miguel, el Jarocho que es el más pesado de todos los internos, le advirtió a la
sombra que con o el o sin el lo harían, así que no le quedo de otra más que
entrarle, la misión era matar a los 32 internos que llegaron de traslado tres
días antes de que empezaran las muertes, los 17 del L, y los otros trece que
andaban regados entre los demás dormitorios, uno de esos cabrones trajo algo
aquí adentro.. o uno de esos cabrones es.
En el L no solo se
echaron a los diecisiete, se cargaron a otros diez de ese dormitorio, de cuentas
viejas rencillas y venganzas, de esas que no se olvidan, cuando se dieron
cuenta los camaradas se metieron, y comenzó la fiesta de la muerte en San
Miguel, después fueron por los del H que era donde vivía la competencia del
Jarocho, pero también se defendió la pandilla, ya aprovechando el ruido
quisieron quedarse completo el negocio,
pero la prioridad eran los 32, el motín duro dos días y murieron setenta
internos, al llegar al dormitorio C, tenían que buscar la celda número 26. Iban
por Don Juan Isidro un interno recién traído de la sierra norte que en tambaron
por defender sus tierras, el dormitorio C era el asignado a los ancianos, así
que el encargado sabía que tenía que echarse un abuelo. La tarea se dejó a la
suerte, a la mala suerte entre los aliados del Jarocho, no piense que somos
maquinas criminales por estar aquí adentro. El Rulas llevaba el filo escondido,
hasta el momento los 32 habían ido muriendo sin percatarse que precisamente
iban por ellos, cuando abrieron la reja del C32, el anciano jadiaba y respiraba
agitado.
(Respiración AGITADA)
- ¿Cuantos llevas Raúl?, le dijo.
- Tú eres el último. Contesto.
- Qué bueno que dejaste lo mejor para el final.
- Hay cosas que nunca mueren…
Dedicado a los entambados en San Miguel, por
defender sus tierras en la sierra norte de puebla de algún gobierno panista.